Nos gusta nuestro pueblo

Vestirnos por dentro. Embellecernos. Aprovechar los ojos. Ser pupilas. Partir de la expresión como necesidad. Que la cinta corra para adelante. Que el Coronel tenga corazonadas. Dejar lo urgente para hacer lo importante. Vivir los rincones que tenemos, gritar a los cuatro boulevares que Pringles, nuestro Pringles, tiene un ciclo de cine. Y puede tener un piso sin techo para más. Gritar que tiene gente con ganas. De mucho, de todo. Porque si Pringles tiene cosas que ni el Coronel conoce, abramos los ojos para sentir, al menos por dos horas, que quedan veintidós para crecer. Para abrir el alma y decidir donde dar la espalda y a que darle el corazón.

Joel, Santiago, Alejandro y el Coronel.

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Sinópsis de una película poco taquillera

Somos tres amigos que entre viajes, mates y bares, se nos ocurrió hacer un ciclo de cine en Coronel Pringles, nuestro pueblo.
Comenzamos improvisando un invierno con un Tv. 29´´ robado de un living, un garage prestado y ventanas tapadas con bolsas.
Organizamos las proyecciones por décadas para viajar en el tiempo y conocer el cine pasando del color al blanco y negro y del invierno al verano, todos juntos desde algún lugar de Pringles.

Pringles, hasta el infinito punto rojo.
Pateamos el globo porque estamos lejos de ser una teórica de geografía, desenrollamos el mapa y pusimos el punto.
En este caso, rojo. Rojo sangre, rojo amor, rojo peligro, rojo frutilla... rojo. Llamalo como quieras.
Bajando de Nicaragua o viniendo de Buenos Aires, en algún momento llegás al rojo y te das cuenta que para algo esta: Bienvenido y bien llegado, estás en Coronel Pringles.

Campo, molinos, caminos de tierra, un par de rutas que cruzan, bares, panaderías, las mujeres más hermosas, el centro, rincones misteriosos, personas que madrugan, personajes que no se acuestan, luna nueva, aire fresco, encuentros, políticos de poca monta, noches que no terminan y costumbres increíbles.
Coronel Pringles tiene sus años dorados y de otros colores, ha forjado una historia rica, riquísima. Fundado entrada la primavera de 1882, sus habitantes se unieron para firmar algunos papeles, tomar Hesperidina, Ginebra Bols y algún vino patero e improvisar la primer orquesta que sonó para bailar y conocerse.
Inmigrantes, terratenientes, paisanos, indios y mulatos empezaban con , (como nos encanta decir), una tanda de quilombos impresionantes que siempre agradecemos y por los que brindamos.

Pringles crecía a la orilla de un arroyo, luego se levantó la parroquia, se les puso nombre a las calles y se peleó de a cuchillo por la conquista de alguna dama. Estaba clarísimo que siempre tenía que pasar algo para mostrar, y acá más o menos entramos nosotros.
En la era de "la vuelta al perro" y el aburrido noticiero local, improvisamos un par de películas y dijimos que Pringles tenía que conocer el cine.
Ya somos muchos habitantes, pero siempre hay lugar para nuevos amigos. Hay lugar para todos y todos están invitados a nuestro Ciclo de Cine donde queda reservado para vos el derecho de admisión.

Entrá sin tocar que ya tenemos puesta la pava.
Sos bienvenido y te estamos esperando.